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El Evangelio como me ha sido revelado
Maria Valtorta
Narra el nacimiento y
la infancia de la Virgen María y de su hijo
Jesús, los tres años de la vida
pública de Jesús (que constituyen la parte
más amplia de la obra), su pasión, muerte,
resurrección y ascensión, el albor de la Iglesia
y la asunción de María. Literariamente elevada,
la obra describe paisajes, ambientes, personas, acontecimientos, con la
vivacidad de una representación; presenta caracteres y
situaciones con clara habilidad introspectiva; expone
alegrías y dramas con el sentimiento de quien en ello
participa realmente; informa sobre características
ambientales, costumbres, ritos, culturas, con impecabilidad de detalles.
Jesús
instruye a Judas Iscariote.
Jesús y Judas salen del
Templo después de haber
esstado orando en el lugar más cernano al Santo, concedido a
los
israelitas varones.
Judas quisiera seguir con
Jesús, pero este deseo encuentra oposición en el
Maestro. «Judas,
quiero estar solo en las horas nocturnas. Durante la noche, mi
espíritu toma del Padre su alimento. Oración,
meditatión
y soledad, me son más necesarias que el alimento material.
Quien
quiere vivir para el espíritu y conducir a otros a vivir la
misma vida, debe posponer la carne, diría casi: matarla en
sus
desfueros, para ocuparse completamente del espíritu;
todos, Judas, también tú, si quieres
verdaderamente ser de Dios, osea, de lo sobrenatural».
«Pero, Maestro,
nosotros somos todavia de
la tierra. ¿Cómo podemos desatender la carne
poniendo
toda nuestra solicitud en el espíritu? Lo que dices, ¿no
está en antítesis con el mandato de Dios: "No
matarás"?, ¿en esto no
está también incluido el no matarse? Si la vida
es don de Dio, ¿debemos o no amarla?».
«Voy a
responderte como no
respondería a una persona sencilla, a la cual es suficiente
elevarle la mirada del alma, o de la mente, a esferas sobrenaturales,
para poder llevárnosla en vuelo a los reinos del espíritu.
Tú no eres una persona sencila. Te has formado en ambientes
que
te han afinado... pero que, al mismo tiempo, te han contaminado con sus
sutilezas y con sus doctrinas. ¿Tienes
presente Salomón, Judas? Era sabio, el más sabio
de aquellos tiempos. ¿Recuerdas
lo que dijo, después de haber conocido todo el saber?:
"Vanidad
de vanidades, todo es vanidad. Temer a Dios y observar sus
mandamientos: esto es todo el hombre". Ahora Yo te digo que hay que
saber tomar de los alimentos sustento, pero no veneno. Y si se ve que
un alimento nos es nocivo (porque se producen reacciones en nosotros
por las cuales ese alimento es nefasto, siendo más fuerte
que
nuestros humores buenos, los cuales lo podrían neutralizar)
es
necesario dejar de tomar ese alimento, aunque sea apetitoso al gusto.
Mejor pan, sin más, y agua de la fuente, que no los platos
rebuscados de la mesa del rey que tienen especias que alteran y
envenenan».
«¿Qué
debo dejar, Maestro?».
«Todo
aquello que sabes que te
turba. Porque Dios es Paz, ysi te quieres encaminar por el sendero de
Dios debes liberar tu mente, tu corazón y tu carne, de todo
lo
que no es paz, de todo lo que conlleva turbación.
Sé que
es dificil reformase a sí mismo, pero Yo estoy
aquí para
ayudarte a hacerlo. Estoy aquí para
ayudar al hombre
a ser de nuevo hijo de Dios, a volver a formase como por una segunda
creación, una autogénesis querida por
él mismo.
Pero deja que te responda a cuanto preguntabas, para que no digas que
no has salido del error por culpa mía. Es verdad que matarse
es
igual que matar. La vida es don de Dios, ya sea la propia o la ajena, y
sólo a Dios, que la ha otorgado, le está
reservado el
poder de quitarla. Quien se mata confiesa su soberbia, y Dios odia la soberbia».
«¿La soberbia,
confiesa? Yo diría la desesperatción».
«¿Y
qué es la desesperatción
sino soberdia? Considera esto, Judas: ¿Por
qué uno pierde la esperanza?: o porque las desventuras se
ensañan con él y quiere vencerlas por
sí solo, sin
ser capaz de tanto; o bien porque es culpable y juzga de sí
mismo que Dios no lo puede perdonar. Tanto en el primero como en el
segundo caso, ¿no es reina la
soberdia? El hombre
que quiere por sí solo resolver las cosas carece de la
humilidad
de tender la mano al Padre diciéndole: "Yo no puedo, pero
Tú sí puedes. Ayúdame, porque espero
todo, todo lo
estoy esperando, de Ti". El otro hombre, el que dice: "Dios no puede
perdonarme", lo hace porque midiendo a Dios con el patrón de
sí mismo sabe que otra persona, ofendida como él
ha
ofendido, no podria perdonarle. O sea, también
aquí hay
soberdia. El humilde siente compasión y perdona aunque sufra
por
la ofensa recibida. El soberbio no perdona. Es además
soberbio
porque no sabe bajar la cabeza y decir: "Padre, he pecado, perdona a tu
pobre hijo culpable". ¿O es que no
sabes, Judas, que
el Padre está dispuesto a disculpar todo, si se pide
perdón con corazón sincero y contrito, con
corazón
humilde y deseoso de resucitar al bien?».
«Pero
ciertos delitos no deben perdonarse, no pueden ser perdonados».
«Eso lo dices
tú. Y hasta será verdad, si el hombre
así lo quiere. Pero en verdad, ¡oh!,
en verdad
te digo que incluso después del delito de los delitos, si el
culpable corriera a los pies del Padre - se llama Padre por esto,
Judas, y es Padre de perfección infinita - y,
llorando, le
suplicara que le perdonase, ofreciéndose a la expiación
pero sin desesperación, el Padre le
daría el modo de expiar para merecerse el perdón
y salvar el espíritu».
«Entonces dices que los hombres que la
Escritura cita, y que se mataron, hicieron mal».
«No es
lícito hacer violencia a
nadie, y tampoco uno a sí mismo. Hicieron mal. Conociendo
relativamente el bien, habrán obtenido de Dios, en ciertos
casos, misericordia. Pero a partir de que el Verbo haya aclarado toda
verdad y haya dado fuerza a los espíritus con su Espíritu,
desde entonces, ya no le será concedido el perdón
a quien
muera desesperado. Ni en el instante del juicio particular, ni,
después de siglos de Gehena, en el Juicio Final, ni nunca. ¿Es
dureza de Dios? No: justicia. Dios dirá: "Tú,
criatura
dotada de razón y de sobrenatural ciencia, creada libre por
Mí, decidiste seguir el sendero elegido por ti, y dijiste:
'Dios
no me perdona. Estoy separado para siempre de Él.
Juzgo que
debo aplicarme por mi mismo justicia por mi delito. Dejo la vida para
huir de los remordimientos', sin pensar que ya no habrías
sentido remordimientos si hubieras venido a mi seno paterno. Recibe eso
mismo que has juzgado. No violento la libertad que te he hado".
Esto le dirá el Eterno al suicida.
Piénsalo, Judas. La vida es un don, y hay que amarla.
¿Y
qué don es? Don santo. Así que ha de ser amada
santamente. La vida dura mientras la carne resiste. Luego empieza la
Vida grande, la eterna Vida: de beatitud para los justos, de
maldición para los no justos. La vida,
¿es
fin o es medio? Es medio. Sirve para el fin, que es la eternidad. Pues
démosle entonces a la vida aquello que le haga falta para
durar
y servir al espíritu en su conquista. Continencia de la
carne en
todos sus apetitos, en todos.
Continencia de la mente en todos sus deseos, en todos.
Continencia del corazón en todas las pasiones que saben a
humano. Sea, por el contrario, ilimitado el impulso hacia las pasiones
celestes: amor a Dios y al prójimo, voluntad de servir a
Dios y
al prójimo, obediencia a la Palabra
divina, heroísmo en el bien y en la virtud.
Yo te he respondido, Judas. ¿Estás
convencido? ¿Te
basta la explicación? Sé siempre sincero y, si no
sabes
todavia bastante, pregunta; estoy aquí para ser Maestro».
«He comprendido y
me basta. Pero... es
muy dificil llevar a la práctica lo que he compredido.
Tú
puedes porque eres santo. Pero yo... Soy un hombre, joven, LLeno de
vitalidad...».
«He venido para
los hombres, Judas, no
para los ángeles, que no tienen necesidad de maestro. Los
ángeles ven a Dios, viven en su Paraíso, no
ignoran las
pasiones de los hombres, porque la Inteligencia, que es su Vida, los
hace conocedores de todo, incluso a aquellos que no son custodios de un
hombre. Pero, siendo espirituales, sólo pueden tener un
pecado,
como uno de ellos lo tuvo y arrastró consigo a los menos
fuertes
en la caridad: la soberdia, flecha que afeó a Lucifer, el
más hermoso de los arcángeles, e hizo de
él el
monstruo horripilante del Abismo. No he venido para los
ángeles
(los cuales, después de la caída de Lucifer, se
horrorizan incluso ante el espectro de un pensiamento de orgullo), sino
que he venido para los hombres, para hacer de los hombres
ángeles.
El hombre era la perfección de la
creatión.
Tenía del ángel el espíritu, del
animal la
completa belleza en todas sus partes animales y morales; no
había criatura que le igualara. Era el rey de la Tierra,
como
Dios es el Rey del Cielo, y un día, el día en que
él se hubiera dormido por última vez en la
tierra, iba a
ser rey, con el Padre, en el Cielo. Satanás ha arrancado las
alas al ángel-hombre y, en su lugar, ha puesto garras de
fiera y
avidez de inmundicia y ha hecho de él un ser al que cuadra
más el nombre de hombre-demonio que el de hombre a secas. Yo
quiero borrar la deformación causada por Satanás,
anular
el hambre corrompida de la carne contaminada, devolverle las alas al
hombre, llevarle de nuevo a ser rey, coheredero del Padre y del Reino
celeste. Sé que el hombre, si quiere quererlo, puede llevar
a
cabo cuanto digo, para volver a ser rey y ángel. No os
diría cosas que no pudierais hacer. Yo no soy uno de esos
oradores que predican doctrinas imposibles. He tomado verdadera carne
para poder saber, por experiencia de carne, cuáles
son las
tentaciones del hombre».
Libros: https://www.mariavaltorta.com/